Todos sabemos lo que nos gusta
Todos sabemos lo que no queremos, lo que no nos gusta, pero cuando nos preguntan por nuestras cualidades y virtudes dudamos, si nos preguntan por nuestros defectos o por aspectos negativos de nuestra vida rápidamente contestamos, a lo mejor no en presencia de otras personas pero a nosotros mismos nos lo contamos continuamente. Es evidente que prestamos mucha más atención y mucho más tiempo y energía a los aspectos negativos de la vida, que a los aspectos positivos. ¡Cambiemos esa actitud y demos la vuelta! Como cualquier aprendizaje es cuestión de esfuerzo, práctica y tiempo dedicado a conseguirlo.
Si uno tiene una actitud negativa ante la vida, cuando aparezcan problemas y dificultades reales la persona no estará en condiciones de asumirlos, digamos que el pesimismo actuará como factor de vulnerabilidad.
Las emociones negativas conducen a depresiones, a ansiedad, a inseguridad y a malestar general. Numerosas investigaciones muestran cómolas emociones positivas facilitan la puesta en marcha de patrones de pensamiento mucho más receptivos, flexibles, creativos y resolutivos, además de favorecer la emisión de respuestas novedosas y altamente gratificantes.
El optimismo también puede actuar como potenciador del bienestar y de la salud en aquellas personas que, sin presentar trastornos, quieren mejorar su calidad de vida. El humor “sirve como una válvula interna de seguridad que nos permite liberar tensiones, disipar preocupaciones, relajarnos y olvidarnos de todo lo que nos pueda hacer desdichados”
La llave de las emociones positivas la tenemos nosotros, es fundamental buscar situaciones que nos hagan sentir bienestar como por ejemplo: bailar, pasear, reír, conversar con amigos, amar, y sobre todo usar la llave más importante a pesar de las situaciones “PIENSA BIEN, O LO MEJOR QUE PUEDAS, QUE TODO SE APRENDE”, deshazte de pensamientos negativos que sólo conducen a respuestas y emociones dañinas y perjudiciales, todas esas emociones se enquistan y provocan mucho daño emocional.
Cuando utilizamos palabras negativas de forma continua “esto es terrible” “esto es espantoso” “no puedo más” “no valgo” “seguro que me vuelve a pasar” “por qué a mí”… de tanto repetirlas terminamos creyéndolas y convirtiéndolas en verdades absolutas, sintiendo impotencia y un gran malestar emocional que genera emociones sumamente dañinas y desagradables debido a todas estas expresiones negativas que tantas veces nos contamos a nosotros mismos, permitiendo con esta narrativa que nuestro cerebro funcione y responda, en base a todo ello, como si realmente fuera cierto.
El cerebro funciona por repetición. Repite las cosas una y otra vez. Cuando algo tiene especial importancia para él, nuestro cerebro responde y produce una respuesta emocional, de alerta y de activación. Sea buena o mala, el cerebro repite esa misma respuesta una y otra vez ante el mismo estímulo. Por ejemplo, ¿qué pasa por nuestra cabeza cuando escuchamos aquella canción especial o aquel recuerdo tan importante y maravilloso para nosotros? La canción o el recuerdo hacen que nos vengan a la cabeza, no sólo el recuerdo de lo que ocurrió, sino también todas las sensaciones que nuestro cerebro tiene relacionadas con aquella situación tan especial.
También lo negativo lo aprendemos por repetición. Si nuestro cerebro aprende a funcionar mediante pensamientos negativos, eso es lo que volverá a hacer una y otra vez. La ansiedad, por ejemplo, funciona de la misma manera, se queda "enganchada" y se activa cada vez que algo se lo recuerda al cerebro. Cuando vamos siempre por el mismo camino, llegamos siempre al mismo sitio. ¡Enseñemos al cerebro a pensar de forma diferente y a tomar caminos diferentes, simplemente para ver qué ocurre!
Es importante darnos cuenta que entre los muchos pensamientos y actitudes que tenemos hay muchas cosas equivocadas y no somos conscientes de ello. Aprender a observar y a detectar pensamientos, actitudes y creencias que nos perjudican y tener estrategias, recursos y habilidades para combatirlos y afrontar las situaciones de nuestra vida es algo que se aprende y es fundamental. Podemos aprender a vivir y a disfrutar.
Si nos convencemos de que somos capaces de hacer algo concreto, por difícil que sea, terminaremos consiguiéndolo. Pero si por el contrario nos repetimos continuamente que somos incapaces, que no podemos, que no valemos, terminaremos convirtiendo un grano de arena en una montaña imposible de escalar pues nuestro punto de partida será de total bloqueo e inhibición.
Vivir en el pasado y en los recuerdos tristes sólo trae tristeza, desgana, impotencia, bloqueo, amargura, depresión y en general todo tipo de emociones negativas y dañinas. ¡Lo que pasó, pasó! No podemos cambiar el pasado pero sí el presente. Miremos hacia delante y construyamos nuestro futuro trabajando nuestro presente, el día a día, el minuto a minuto, el segundo a segundo.
Tampoco se trata de que los demás cambien para que nosotros podamos sentirnos mejor. Se trata de aprender a cambiar nosotros para ser los responsables de nuestras propias consecuencias. ¡Si no podemos cambiar la situación cambiemos nosotros¡ y para conseguir este cambio el pensamiento juega un papel fundamental.
Lo importante es aprender a detectar los errores para aprender de ellos. Hay que vivir el día a día, el minuto a minuto, el segundo a segundo, hay que aprender del pasado para no cometer los mismos errores. Los errores no hay que verlos como fracasos sino como mecanismos para aprender y poder, a través de ellos, salir fortalecidos. Cuantos más errores más intentos y cuantos más intentos mejor aprendizaje.
Lo importante no es lo que nos ocurre, sino cómo nos lo contamos, cómo lo percibimos, cómo lo afrontamos, cómo lo resolvemos. Las palabras que verbalizamos o que pensamos tienen gran poder para modificar nuestro estado de ánimo o nuestro comportamiento. Por ejemplo, las expresiones de queja nos convierten en víctimas; las críticas en jueces prepotentes; las autodescalificaciones nos bloquean (pobre de mí, todo lo hago mal, soy un inútil…) y nos derrotan de antemano, si nos contamos que estamos enfermos nos sentiremos enfermos y actuaremos como tal. Si aprendemos a ser conscientes de ello las utilizaremos con mucho cuidado, pues cada vez que las usemos estaremos creando algo, tanto bueno como malo.
Cuando pensamos de forma intensa en algo, esa idea cobra fuerza y es mucho más fácil que suceda. Si pensamos que vamos a equivocarnos, que lo vamos a hacer mal, que no somos capaces… incrementaremos nuestras probabilidades de fallar. Esto se debe a que los pensamientos negativos producen emociones negativas, si yo pienso: lo haré mal, mi emoción será la inseguridad y por tanto tendré muchas probabilidades de que mi comportamiento al respecto sea más ineficaz y me inhiba o me bloquee. En lugar de pensar en un resultado negativo, es mucho mejor centrarnos en qué hacer o en cómo resolver la situación de la mejor forma posible y esto nos va a predisponer a enfrentarnos mucho mejor a cualquier situación.
Rumiar sin parar aquello que nos preocupa no sólo no sirve para nada, sino que es muy dañino además de causar gran fatiga emocional. Siempre es mejor actuar y analizar consecuencias que inhibirnos o contarnos películas cuya narrativa sea nefasta, dañina y cargada de errores cognitivos.
Cuando los pensamientos están cargados de ira, de resentimiento, de desánimo, de preocupación o de cualquier otra emoción negativahace que automáticamente tomemos decisiones inadecuadas y muy diferentes de como lo haríamos en otras condiciones emocionales más optimistas y positivas.
No hagamos anticipaciones negativas pues casi siempre van a estar basadas en creencias erróneas que terminamos creyéndolas y convirtiéndolas en verdades absolutas a partir de las cuales montamos todo nuestro comportamiento. Generalmente cuando no son positivas suelen estar guiadas por nuestros miedos e inseguridades. Por ej. “si alguien no me llama por tfno. (cuando yo espero que lo haga) o pasa a mi lado y no me saluda… mi mente rápidamente organiza toda una realidad en torno a ello y deduzco que está enfadado conmigo, que no me quiere saludar, que algo tiene en mi contra, que si no me llama por algo será…” Creamos realidades en base a elementos sueltos o a elucubraciones y películas que nos montamos pero sin una base sólida y real que las justifique. Siempre es mejor preguntar y esperar que sacar conclusiones precipitadas y erróneas.
Con las enfermedades actuemos de la misma forma. No anticipemos preocupaciones o desastres que no sabemos si realmente van a ocurrir o no, pues estaremos sufriendo inútilmente por algo que la mayor parte de las veces nunca ocurre. Los problemas o las enfermedades hay que enfrentarlos y resolverlos cuando realmente se presenten y hacerlo de la mejor forma posible y con las mejores expectativas por nuestra parte pero no cuando no se han presentado todavía y que posiblemente nunca se presenten.
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