Todos somos estrellas que merecen brillar
Todos somos valiosos, cada persona de una forma, es bueno pararse y darnos valor, en la vida diaria, ocupados con el manejo de nuestro trabajo, nuestro hogar, nuestros problemas, nos olvidamos del valor de las personas que nos rodean y de nosotros mismos.
Desde pequeños el valorarse es algo que nos acompaña, porque ya se encargaron nuestro mayores de poner precio o compararnos con otros para que asi fuera. No es bueno compararse, cada uno tiene una virtud, algo bueno que dar y si buscamos en nosotros mismos aparecera, pero no porque estemos buscando algo que otros nos dicen que tenemos que tener, sino porque verdaderamente buscamos lo que nos hace bien y esta dentro de nosotros. No importa si estamos solos o acompañados, somos valiosos y podemos aportar valor a lo que nos rodea.
Cada día puede ser un regalo, solo tenemos que abrir la caja cuando comenzamos la jornada. Si por la mañana al levantarnos no vemos las cosas como como obstáculos, sino como desafíos que podemos resolver, nos ocupamos durante el día de crear circunstancias para resolver el mayor numero de ellos, esto nos va a hacer sentirnos bien, útiles valiosos y capaces. A veces no es posible solucionarlo todo, pero si nos hemos enfrentado a todo con confianza y actitud de logro, lo más probable es que nuestro vaso lo veamos siempre medio lleno y nuestra perspectiva de lo que falta sea menor.
No tratar de ser perfectos, porque la perfección no existe, solo es algo que nos encapsula en un medio pequeño con muchas paredes. Ser flexibles en lo que hacemos, en nuestras relaciones, en nuestros logros, de esta forma nos sentiremos más capaces, al ser rígidos y no poder llegar donde queríamos solo nos va a dar sensación de fracaso y desvalorizar nuestra mente, así solo aparecen sentimientos de abatimiento y no avanzamos. Los pequeños logros son importantes, si queríamos hacer siete cosas y solo hemos hecho cinco, dar valor a esas cinco, no dar vueltas a las dos que faltan porque así siempre estamos en la escalera que nunca sube, dando más importancia la vértigo de mirar hacia atrás que el de mirar hacia delante, viendo que solo quedan pocos peldaños para llegar.
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