Estamos enfermos pero seguimos vivos
Muchas de las enfermedades nos hacen sentir incapaces y dependientes. Necesitamos compañía, ayuda para cuidarnos o transportarnos, apoyo económico, etc.
Todas estas situaciones y muchas otras, nos dan una sensación de falta de control sobre nuestra propia vida.
Este es uno de los elementos que más afectan a nuestra autoestima.
Una enfermedad crónica en uno de los miembros de la familia, provoca reacciones diferentes en los distintos miembros de la misma.
Pueden surgir sentimientos de protección, compasión y necesidad de ayudar al enfermo.
O enojo y resentimiento contra la vida, Dios, la suerte o el enfermo mismo.
En este último caso, generalmente dicho coraje va acompañado de culpa y auto recriminaciones.
Además, según el tipo de enfermedad y relación, la tensión y el cansancio pueden ser constantes en los familiares cercanos y cuidadores.
Esto genera problemas con el enfermo, aumentando el malestar emocional y físico de este último.
Una enfermedad crónica está casi siempre presente en quien la vive.
Afecta sus sentimientos, pensamientos y conductas. Por lo tanto repercute en sus relaciones. Ya sea en la frecuencia de las mismas o en su calidad.
Por otro lado, tratar con una persona que tiene una enfermedad crónica grave, afecta a quienes conviven con ella.
Dependiendo del tipo de enfermedad y de la relación, las personas pueden evitar al enfermo, tenerle poca paciencia o compadecerlo, fomentando, inconscientemente, su incapacidad y autocompasión.
Un mal manejo de la sociedad y de los amigos, puede ayudar a la disminución de la autoestima del enfermo.
Una enfermedad crónica implica gastos altos y constantes.
Dependiendo del tipo y gravedad de la misma, así como de los tratamientos, el aspecto económico puede volverse uno de los principales problemas.
Cuando esto sucede, no sólo se debilita la autoestima del enfermo, sino que pueden surgir problemas importantes con las demás personas que se ven afectadas económicamente.
Lo cual perjudica la salud física y emocional del paciente, dándose un círculo vicioso que genera sufrimiento en todos los involucrados.
El trabajo es importante en nuestras vidas.
Todos trabajamos, aunque, equivocadamente, mucha gente sólo considera trabajo al que es remunerado.
Con frecuencia es parte importante de la identidad del que lo realiza.
Cuando una enfermedad crónica repercute en la calidad de nuestro desempeño o nos impide trabajar, nuestra autoestima puede verse afectada.
¿Qué hacer?
Analiza tus pensamientos y sentimientos en relación a tu enfermedad.
No siempre es fácil hacerlo y menos estando enfermo.
Si es necesario busca el apoyo de tu médico o de alguna persona en quien confíes y con quien puedas hablar abiertamente.
Revisa cada uno de los aspectos relacionados con la enfermedad y busca los elementos que te están afectando.
Aprende a darte el tiempo y el espacio que necesitas para tus actividades y para manejar tus emociones.
No seas demasiado duro contigo mismo.
No te pierdas en recriminaciones o culpas que no te llevan a ningún lado y sólo te desgastan física y emocionalmente.
Vive el momento presente.
Lo que sucedió, independientemente de que tan importante haya sido, ya no puede cambiarse.
Lo que va a suceder en el futuro, generalmente son simples especulaciones.
Aun si estás seguro de lo que va a pasar, no pierdas tu tiempo y energía, preocupándote por algo que no está en tus manos.
Cuídate lo mejor posible.
Trabaja sobre tu autoestima.
Busca el apoyo y la compañía de la gente importante para ti.
Pero ten cuidado.
No caigas en la autocompasión y el chantaje emocional o en querer dar una imagen de fortaleza e independencia tal, que aleje a todo el mundo.
Estar enfermo puede ser muy frustrante, pero es importante que aprendas a tolerar dicha frustración.
Cualquier enfermedad nos provoca emociones negativas y muy desgastantes.
Nuestros pensamientos juegan un papel determinante en dichas emociones.A veces sentimientos de incapacidad, de impotencia, de desgana que hacen que los dias se conviertan en carga, esconderse de la realidad y someterse a la enfermedad no lleva a nada, mejor coger las riendas y luchar, aunque estemos enfermos estamos vivos y vivir es lo que toca, cada lo haremos de una manera, pero no dejemos pasar la vida quejandonos, eso ahuyenta a los que nos rodean y no sirve de nada.
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