Manejar las emociones
Esta habilidad puede ser difícil de adquirir, puesto que desde niños y niñas hemos aprendido
a expresarnos de una manera determinada.
Es importante tener claro que todas las emociones son naturales, aun las extremas como la
ira o la alegría. La clave está en aprender a manejarlas tratando de no hacernos daño ni de
dañar a otros u otras.
Tratar de identificar la emoción y pensar por qué nos sentimos así: alegre, enojado, triste. Por
ejemplo, si nos estamos enojando, no actuar de inmediato, podemos ir a caminar , ir a buscar a un amigo o amiga, escuchar musica, ver una pelicula o hacer alguna actividad y esperar a que se nos pase el enojo.
Reflexionar bien sobre la situación, buscar diferentes alternativas y enfrentar el problema
cuando creamos que estámos preparados.
Gran parte de las investigaciones demuestran que las personas emocionalmente expertas - las que conocen y manejan bien sus propios sentimientos e interpretan y se enfrentan con eficacia a los sentimientos de los demás - cuentan con ventajas en cualquier aspecto de la vida, ya sea en las relaciones amorosas e íntimas, o en elegir las reglas tácticas que gobiernan el éxito en la política organizativa. Las personas con habilidades emocionales bien desarrolladas también tienen más probabilidades de sentirse satisfechas y ser eficaces en su vida, y de dominar los hábitos mentales que favorezcan su propia productividad; las personas que no pueden poner cierto orden en su vida emocional libran batallas interiores que sabotean su capacidad de concentrarse en el trabajo y pensar con claridad.
A los efectos prácticos, reconocer un humor desagradable es sentir el deseo de superarlo. Sin embargo, gran parte de la vida emocional es inconsciente; los sentimientos que se agitan en nuestro interior no siempre atraviesan el umbral de entrada a la conciencia. Mantener bajo control nuestras emociones perturbadoras es la clave para nuestro bienestar emocional. No se trata de que debamos sentir una única clase de emoción, como por ejemplo el ser felices todo el tiempo; es importante aceptar que tenemos derecho de sentir un poco de tristeza, y que muy posiblemente tenga una importante contribución sobre nuestra vida creativa y espiritual.
La ira se construye sobre lo negativo. Una forma de aplacar este sentimiento es aprovechar y desafiar los pensamientos que lo disparan. Lo que importa es el tiempo; las primeras etapas del ciclo de la ira son las más eficaces. En efecto,la ira puede ser evitada completamente si enviamos al cerebro información atenuante sobre lo que nos irrita, antes de que la ira empiece a actuar.
Las preocupaciones se expresan casi siempre en el oído de la mente, no en su ojo - es decir en palabras, no en imágenes -, hecho que tiene importancia para el control de la preocupación. Para el control de las preocupaciones algunos pasos como: captar los episodios inquietantes lo más pronto posible, aprender métodos de relajación y adoptar una postura crítica con respecto a las suposiciones. En el caso de personas que tienen preocupaciones tan graves que se han convertido en fobias se debe recurrir a la medicación para interrumpir el ciclo.
En la medida en que nuestras emociones entorpecen o favorecen nuestra capacidad para pensar y planificar, para llevar a cabo el entrenamiento con respecto a una meta distante, para resolver problemas y conflictos, definen el límite de nuestra capacidad para utilizar nuestras habilidades mentales innatas, y así determinar nuestro desempeño en la vida. Y en la medida en que estamos motivados por sentimientos de entusiasmo y placer con respecto a lo que hacemos - o incluso por un grado óptimo de ansiedad -, esos sentimientos nos conducen a los logros. Es en este sentido que la inteligencia emocional es una aptitud superior, una capacidad que afecta profundamente a todas las otras habilidades, facilitándolas o interfiriéndolas.
Las personas expertas en aprovechar sus emociones pueden utilizar la ansiedad anticipada - por ejemplo la que surge ante un discurso o una prueba inminentes - para motivarse y prepararse bien, con lo que consiguen un buen desempeño.
La empatía, o el grado en el cual somos capaces de comprender a los demás, se construye sobre la conciencia de uno mismo; cuanto más abiertos estamos a nuestras propias emociones, más hábiles seremos para interpretar sentimientos. Toda compenetración, raíz del interés por alguien, surge de la sintonía emocional y la capacidad de empatía.
Las emociones de la gente rara vez se expresan en palabras; con mucha mayor frecuencia se manifiestan a través de otras señales. La clave para intuir los sentimientos de otro está en la habilidad para interpretar los canales no verbales: el tono de voz, los ademanes, la expresión facial y cosas por el estilo.
Cada vez que podemos darnos cuenta de que estamos emocionalmente desequilibrados, es el momento de aislarnos unos instantes para relajarnos y reflexionar sobre nuestro estado anímico. Al retomar el control estamos en condiciones de continuar en donde habíamos quedado.
Recordemos que podemos tomar las riendas de nuestra vida, y que a pesar de tener malos hábitos respecto a nuestras emociones, como por ejemplo abrigar continuamente pensamientos pesimistas, si podemos mejorar, ya que el hábito se construye si conjugamos tres factores: el deseo de cambiar, el conocimiento de la importancia del cambio y el saber como lograrlo. Lo más importante es contar con los dos primeros factores, ya que con un poco de asesoría podemos obtener el tercero.
Somos seres especiales, a pesar de nuestras sombras y nuestras luces. Comencemos por aceptar esto, ya que será un gran apoyo para valorarnos y encontrar en las cualidades el apoyo para superar nuestros errores.
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